Más de 100 nuevas notarías,
conservadores de bienes raíces y archiveros judiciales se crearán en Chile. Al
menos así lo quiere el Gobierno, que ha recibido críticas por la potencial
asignación de cercanos en estos cargos y que a largo plazo traería grandes
réditos económicos para ellos. Pero más allá de la necesidad y los argumentos
para aumentar la competitividad de este mercado -que como buen oligopolio tiene
una evidente concentración-, no es una solución sostenible y eficiente para el
futuro.
¿Por qué seguimos
permitiendo esto? Si la existencia de notarios tiene que ver con la falta de
confianza en las transacciones entre personas, o bien, al resguardo confiable y
seguro de los acuerdos entre partes para una validación posterior, esto hoy en
día tiene una solución desde la tecnología: blockchain. Una herramienta que,
durante la próxima década, llevará a cuestionar si son realmente necesarias las
actuales instituciones.
Esta innovación de la
computación que se encuentra tras las criptomonedas -como el bitcoin- permite
llevar un registro de transacciones e información de una manera descentralizada
y encriptada. Los datos están replicados entre todos y no alojados
centralmente, eliminando los intermediarios e impidiendo que se pueda eliminar
o modificar algún registro por cualquiera de los actores. El acceso y copia en
línea impide que se pueda modificar sin el consenso y validación de todos, lo
que permite que la creación de certificados o la celebración de contratos
podrían en el futuro quedar almacenadas en una red incorruptible y de libre
acceso desde cualquier parte.
Esto no es novedad en Chile.
De hecho, en mayo de este año la Bolsa de Comercio de Santiago suscribió un
acuerdo con una empresa internacional para llevar esta tecnología a las
transacciones de venta corta, siendo pioneros en América Latina. ¿Por qué?
Todas las partes acceden en tiempo real a documentos, mientras ninguno puede
modificar un registro sin tener el consenso de otros usuarios de la red.
Transacciones que antes eran costosas por la revisión de documentos, se
agilizarán instantáneamente.
Al igual del acto subjetivo
de “fe pública” que se deposita en los notarios, hoy se puede depositar
perfectamente la fe en estos registros en línea. Hablando de hechos objetivos,
a nadie consta que los hechos registrados en la notaría sucedieron de esa
manera, situación contraria que pasaría con el uso de un registro inalterable,
trazable, identificable y para todos transparente.
En definitiva, hoy día
tenemos algo que los egipcios no tenían cuando ya utilizaban figuras como los
notarios: tenemos el internet y sus nuevas tecnologías. Debemos aprovecharlas
en pro de buscar nuevas soluciones a problemas largamente conocidos. Para el
caso de las notarías, ya parece existir una posible solución, que merecería la
pena ser analizada de parte de nuestras autoridades, especialmente si existe un
compromiso real para enfrentar las causas detrás de los problemas detectados,
desde la mirada de la innovación y no de la perpetración de conductas conocidas
y poco efectivas.
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